“…Llegó la tarde, pero nunca trajo consigo a aquella que él llamaba ‘Amada’ y que le había sido prometida alguna vez. Él en su agonía solo quería dormir para nunca más despertar y no sentir que la tarde le había robado lo que el más quería: un suspiro de paz y tranquilidad bajo unas luces opacas de una habitación.
Cuando cayó la tarde también se derrumbaron aquellas viejas ideas, pero hasta entonces bien cimentadas, lo que sería la tan anhelada felicidad, para muchos esquiva, también para él.
Lo único que le quedaba era un ‘adiós’, que aún no sabía cómo, cuándo y para qué lo utilizaría: para deshacerse de sus temores o de lo que ya nunca más tendría.
Eran los últimos aces de luz del día y él deseaba que allí estuviera ella, escondida entre ellos, como solía hacerle las bromas en tardes de soles calidos, dándole esperanzas a aquel que no fue más que uno de esos días.
Se apagaba la luz de aquel día y de igual forma se desvanecían sus ansias de verle de nuevo, una vez más, aunque fuese lo único interesante que hiciese para el resto de su vida; como alguien una vez lo dijo, esto no es más que ‘la crónica de una muerte anunciada’.
Era la hora de decir ‘adiós’ pero él aún no sabía por qué; debía tomar fuerza, aunque eso no fuera suficiente. Algunos decían que lo habían visto caminar como un loco por las calles, pero tan solo recorría los pasos que una vez juntos caminaron; recordaba aquella botella de vino que no alcanzó a comprar, ya era demasiado tarde, el tiempo y una llamada acabaría con su apasionado agasajo, claro, no era nada comparado con lo que ella solía sorprenderlo…
Cuando cayó la tarde también se derrumbaron aquellas viejas ideas, pero hasta entonces bien cimentadas, lo que sería la tan anhelada felicidad, para muchos esquiva, también para él.
Lo único que le quedaba era un ‘adiós’, que aún no sabía cómo, cuándo y para qué lo utilizaría: para deshacerse de sus temores o de lo que ya nunca más tendría.
Eran los últimos aces de luz del día y él deseaba que allí estuviera ella, escondida entre ellos, como solía hacerle las bromas en tardes de soles calidos, dándole esperanzas a aquel que no fue más que uno de esos días.
Se apagaba la luz de aquel día y de igual forma se desvanecían sus ansias de verle de nuevo, una vez más, aunque fuese lo único interesante que hiciese para el resto de su vida; como alguien una vez lo dijo, esto no es más que ‘la crónica de una muerte anunciada’.
Era la hora de decir ‘adiós’ pero él aún no sabía por qué; debía tomar fuerza, aunque eso no fuera suficiente. Algunos decían que lo habían visto caminar como un loco por las calles, pero tan solo recorría los pasos que una vez juntos caminaron; recordaba aquella botella de vino que no alcanzó a comprar, ya era demasiado tarde, el tiempo y una llamada acabaría con su apasionado agasajo, claro, no era nada comparado con lo que ella solía sorprenderlo…
By: Miguel
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