martes, 21 de septiembre de 2010

Días de antaño.


Amanece, lo sabe porque su reloj marca las 6:00 a.m, sin embargo, el cielo no ha cambiado en nada, las mismas nubes y los mismos contrastes como lo vio la noche anterior. Sus pies lánguidos se dirigen silenciosos a la cocina, se sienta en la mesa de madera y prepara un café. El día está frío, igual que la noche, se coloca los calcetines y se abriga bien, toma su pipa y se dispone a salir pero seguro no irá tan lejos, la niebla no le permitirá ver.

Así empieza la mañana de Eugenio de Toledo, después de años en la profunda soledad. Aquella que fue nunca volvió después de una noche como esa mañana, donde las flores secas que ve ahora eran rosales que adornaban las afueras de la casa. Pero eso ya no le afecta porque no recuerda nada, a veces ni su propio nombre por el desuso, ni el golpe en la cabeza cuando cayó de las escaleras, ni la placa que lleva en ella hace más de 25 años. Eugenio ya no vive de recuerdos, de los que nosotros quisieramos olvidar, aunque jamás se le saldrá del corazón y de la mente que alguna vez amó, a ella, a alguna mujer, a quien ahora no tiene cara ni nombre, aquella que por alguna extraña razón no se sorprende de su ausencia.

Hoy Eugenio tiene una visita por la que sin darse cuenta se estuvo preparando. Mientras detalla nuevamente cada grieta de sus manos en las que el tiempo hace su estadía como en el banco en el que está ahora sentado. Se hicieron las 12 del medio día y hay un cielo despejado, él está sentado bajo un árbol a 10m lejos de su casa y depronto lo que parece ser una figura femenina se está acercando a él. Alta, hermosa, con un gran sombrero y guantes en las manos, una elegancia innata y una mirada seductora se sienta a su lado y lo mira directamente a sus ojos, con esa ternura inalcanzable inspirada en la imagen del recuerdo.

"Aunque tu cabello ahora tiene un tono plateado y tu rostro se haya envejecido eres el mismo, Eugenio, aún veo tu sonrisa cálida en medio de la niebla fría y éstas pupilas que el tiempo ha hecho caer no dejan de reflejar tu mirada, aquella que me enamoró".

Eugenio queda paralizado ante tal comentario pero aquella voz le infunde una pequeña paz en su interior, la dulzura en cada palabra que sale de los labios rojos de aquella mujer lo hace sentir vivo en medio de rosales muertos, lo hace sentir acompañado en medio de su soledad. Un 'algo'. Algún recuerdo, que no sabe cómo, no sabe porqué y sus lágrimas de un sentimiento impotente comienzan a caer, el corazón se estremece por un pasado que no recuerda.

"No, amor mío, no debes llorar por aquello que sucedió hace mucho tiempo... Fue solo un accidente, yo sé que estás bien ahora, sin ese recuerdo espantoso. Pero debemos irnos ya, está oscureciendo y el tiempo se nos acaba".

No pasó mucho más y Eugenio se levanta de su asiento, acompañado de la mujer que lo ayuda a caminar y él no deja de verla sin sonreír, entonces sus pequeños labios quebrados se permiten hablar.

"Sabía que algún día volverías, por eso no tenía prisa, solo necesitaba que pasaran los años para volver a verte como la última vez. Lamento tanto tu muerte, toda la vida. Pero hoy estás distinta..."

A lo lejos se podía ver como un pequeño hombre marcado por los años caminaba solo hacia la neblina, Eugenio, a quien se le apareció la muerte en su pasado, con el recuerdo más bonito que tenía.


2 comentarios:

  1. Por cosas como estas se que eres algo especial, que tienes algo que nadien mas posee y que en algunos momentos lo sacas al aire con ese toque personal que te delata. Me sensibilizo la historia de como todo tiene su final y nada dura para siempre ni la soledad dura para siempre ni el dolor ni el sufrimiento...

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  2. tu ya sabes más que nadie que me encanta encontrar ese toque de nostalgia en los escritos, eso que hace que uno se desgarre y se estremezca. sigue así mi niña por que pueda que exista un llamado. sólo las heridas de la vida son las únicas que nos recuerdan que estamos vivos!!!. por favor recibe un gran abrazo cargado de los mejores vientos... sopla, soplaaaa y terminarás siendo gotas del mar. Tu prima Lizeth.

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