lunes, 9 de agosto de 2010

Necesito a alguien.

Que me escuche,
Que pueda decirle quién soy y de donde vengo sin necesidad que se asombre.

Necesito a alguien para exponerle mi pecho, mi corazón, los benditos desastres que llamamos sentimiento y que no tenga la necesidad de tocarle.

Lo necesito de esa forma, desnudarle mi vida y lo que en este momento me intriga, solo quiero que escuche.

Que escuche y de vez en cuando un “todo saldrá bien” o “Ajá”. Saber que está ahí.

No necesito que me mire y que trate de ser un héroe para mí.

No necesito que se involucre en mi vida, solo quiero que lo que le diga no le haga daño.

Solo necesito que no me juzgue, no que me quiera, solo lo suficiente para prestar atención a mis palabras.

Tengo la necesidad de decirle que me duele la vida, que me atropellan el alma.

Necesito un extraño, que no sepa de mí, que no me conozca.

Necesito un tequila, otro trago…Un buen libro y un lápiz.

La necesidad de necesitarle me abruma.

Necesito a alguien, que me escuche,
Que pueda decirle a donde quiero ir y a donde he llegado.

Necesito a alguien que me olvide y yo termine olvidándolo.

Yo creo que terminaré conformándome con un papel que se pierda en la basura, que lo reciclen en el barrio.

Y lo menos que necesito es que alguien se ofrezca a complacer lo que he pedido.

sábado, 7 de agosto de 2010

Pequeña.

Se fueron mis ganas al piso
al tiempo que el día se hacía cada vez más oscuro.

Se fueron las ganas y con ellas mi orgullo,
la falta de sueño y el desazón de perderla.


La palidez de sus manos y el calor que le falta,

Se le fueron las ganas al piso, quiso perder su infancia.


La vi, una vez, bajo el perfume fastidioso de enfermeras y doctores.

La vi, casi desnuda, perdiendo una batalla muy dura.


Abrí los brazos al verla,

Mostré mi cara de espanto.


Y ella, tan dulce en la fragilidad de su pequeño cuerpo,

Desnuda una lágrima y acaricia mi mano.


Volvió esa noche y la pequeña nostalgia

Ahora clavo un recuadro, su recuerdo no falta.


Se me fueron las ganas del café,

Se me fueron sus risas.


Se fueron, y para ese tiempo,

Las ganas de jugar con ella y la brisa.